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“¡Eres un zaparapayeiro!”, me decía mi tía Chusca cuando siendo pequeños, nos enseñaba a mis hermanos y a mí a tejer, mientras yo no hacía otra cosa que chapuzas y trampas con las agujas y la lana. Eso si, mientras me “acusaba” de hacer zarapayadas, no desaparecía en ningún momento de su cara esa eterna sonrisa…
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